Cerrando una etapa

16 noviembre, 2011

Como dice el título, cierro una etapa de mi vida en Internet, porque cierro este blog. Pero tranquilos, que me voy a otro! :p

Podréis encontrarme en http://www.elanillodenun.blogspot.com

Nos vemos ahí 😉

Palomas

9 noviembre, 2011

Nada más llegar dejó las maletas en la habitación en la que dormirían. Era la primera vez en mucho tiempo que se cogía unos días de vacaciones y su suegra le había dejado el apartamento que tenía desde hacía años en uno de esos pueblos blancos de Andalucía.

Le habían explicado tantas anécdotas ocurridas en ese piso que no se sentía extraña en él. De estilo nórdico, todas las paredes eran blancas a juego con los muebles y las únicas notas de color las ponían algunos cojines y alfombras, mullidas pese a ser un apartamento que se disfrutaba más en verano que en invierno.

Cogió un libro y se sentó, descalza, sobre la alfombra del comedor. Iba a esperar a que llegara su marido para deshacer las maletas y acabar de instalarse en la casa. Mientras tanto, iba a disfrutar de la desconexión voluntaria a la que había decidido someterse el fin de semana.

Un fuerte estruendo la despertó del sopor en el que había caído. Alguien estaba aporreando la puerta: golpes sordos y rápidos que la alarmaron. A través de la mirilla vislumbró el pelo rubio de su marido, despeinado y moteado de algo que parecía manteca roja.

– Joder – exclamó en cuanto ella le abrió la puerta-. ¿Dónde tienes el móvil?

– ¿Qué pasa? Está apagado, ya te dije que…

– Bueno, da igual, ahora ya he tenido que venir hasta aquí. Coge las llaves del coche que nos vamos.

– Pero, ¿qué pasa?

– Te lo cuento luego.

Salieron a la calle, ella extrañada y él tranquilo, pero rápido y en silencio.  El apartamento se encontraba en el casco antiguo del pueblo, por lo que había tenido que dejar el coche en un parking a unos 10 minutos andando.  Mientras caminaban por entre las callejuelas encaladas, ella se fijó en que las personas salían de sus casas con las maletas y todos iban más o menos en esa dirección. Y vio algo más que le sorprendió.

– Cariño – le dijo, parando en seco.

– ¿Qué? Venga, tira.

– Cielo, ese niño se está comiendo una paloma.

– Déjalo, no le hagas caso. Además, por mucho que lo intentes no dejará de hacerlo.

– Joder, qué asco.  ¿Me cuentas ya lo que pasa?

– ¿Ves a toda esta gente que se está yendo? Ha empezado la evacuación. Cuando lleguemos al coche entenderás por qué.

Dejó de preguntar. Sabía que cuando estaba concentrado en algo era inútil hablar con él, puesto que solo hacía caso a lo que tenía en la cabeza. Por suerte no hizo falta seguir esperando porque, cuando la explanada del parking se abrió ante ella, comprendió lo que pasaba: la zona estaba acordonada, rodeada por agentes que portaban trajes blancos y máscaras, que mantenían fuera de la zona de evacuación a otras personas… Que no eran personas. Gente sin piernas, brazos, medio cuerpo podrido; algunos sin ojos o directamente calaveras con algún que otro pegote de carne podrida luchando por no desprenderse del hueso. Cuando alguno de los agentes empujaba a alguno de esos seres, éstos se deshacían sin ningún esfuerzo. Parecía que para esos bichos mantenerse erguidos era más bien por su fuerza de voluntad.

Pero lo que más le sorprendió es que todo el mundo estaba tranquilo, sosegado. Parecía que les preocupaba más coger un buen sitio en el autobús que les llevaría fuera del pueblo que la marea pseudo-viviente que les acosaba por todos lados

– Pablo, ¿tú sabías esto?

– Sí, claro. Es algo que pasa a menudo aquí. Tiene que ver por la fábrica del polígono. Ha contaminado las aguas freáticas y éstas se filtran al cementerio. De vez en cuando los muertos se levantan. No hacen mucho más que comerse las palomas y los animales abandonados, pero al poco tiempo el calor los acaba deshaciendo y huele bastante mal- hizo un gesto abarcando a los hombres de blanco-. Cuando empiezan a salir, la fábrica, que forma parte de un holding internacional, saca a la calle a sus agentes para evacuar el pueblo y limpiar los restos de los muertos. Eso sí, hay que salir pronto porque ya has visto cómo son los accesos a este pueblo y podemos tardar horas sino en llegar a casa del tráfico que se monta.

– ¿La gente no se queja?

– Cómo se van a quejar, si en esa fábrica trabaja todo el pueblo…

 

Y entonces me he despertado. Esto me pasa por hablar de The Walking Dead poco antes de irme a dormir.

Cada uno tiene mil maneras de hacer las maletas. Yo considero que se hacen bien si al principio del viaje has podido cerrar la maleta y si al final del viaje no te has tenido que comprar nada que no sea por puro capricho.

Partiendo de esta base, hay que pensar que cada viaje es un mundo, así que, según el destino, el estilo de la ropa puede ser muy diferente. Pero bien, si alguien necesita algún ejemplo en concreto para algún tipo de viaje, que me pregunte, sin problemas.

En esta guía no esperéis encontrar los consejos válidos y certeros, aunque típicos,  que siempre da Captain Obvious ( «no te lleves todo tu armario que no va a hacer falta» y «no te vas a cambiar de zapatos cada dos horas, así que no es necesario que te los lleves todos»), sino cosas más prácticas. Más concreto. Con números. Y fórmulas matemáticas.

Bueno, eso último es una exageración.

Empecemos

Calcular la ropa

Hay diferentes maneras de calcular la ropa que nos vamos a llevar, sobretodo dependerá de lo calurosos/frioleros que seamos. Pero es sencillo. Y como me gustan las tablas, he hecho una 😀

Hay un asterisco en vestidos porque es necesario pensar una cosa. Si llevamos vestidos matamos dos pájaros de un tiro. Eso sí, si no llevamos solo vestidos, eso afectará a las camisetas, pero no a los pantalones.

Por otro lado, tened en cuenta que, lo que hay en la tabla es el planteamiento inicial. Que veis que seguís estas instrucciones y os sobra sitio en la maleta? pues aprovechad para poner una prenda más de las cosas que es más probable que sudéis o manchéis, preferentemente partes de arriba.

Siguiendo la tabla, un ejemplo práctico: Viaje de fin de semana (viernes sábado domingo) a Barcelona en Octubre:

– 1 pantalones y/o faldas

– 2 camisetas

– 1 jerseis finos

Y diréis: «pero cómo? Si son tres días, debería de llevar más ropa!» Y sí, pero la ropa del viernes ya la lleváis puesta. Lo pantalones y el jersey fino del viernes lo podéis repetir el domingo. Que no os gusta repetir? bueno, pues poned otro jersey. Desde luego, sitio en un trolley tenéis.

A la hora de meter las cosas en la maleta:

– Poned la ropa y la ropa interior en un lado de la maleta y los accesorios, bolsos, zapatos y neceser en la otra.

– Si os lleváis un bolso que ocupa sitio por ser rígido meted dentro la ropa interior. Dentro de zapatos o zapatillas se pueden meter los calcetines.

– El pijama. Acordaos de meter el pijama.

Y lo más importante de todo:

– Fuerza de voluntad para no meter todos los «esto por si…». Porque claro, metemos «esto por si llueve», «esto por si me da por hacer submarinismo» y «esto por si explota un volcán.

– Toda, y cuando digo toda es toda, toda la ropa debe combinar sí o sí entre sí.

Y ya está. Lo demás es práctica. Espero que os sirva. Y sino, siempre nos queda el consuelo de que podemos comprar una maleta más grande.

 

Este mismo post estará publicado desde el 29 de Febrero de 2012 en mi otro blog. Pasaos por ahí si lo necesitáis 😉

Sueños

11 May, 2011

Y pensar que en esta época Tom Cruise era un sex-simbol...

Y pensar que en esta época Tom Cruise era un sex-simbol...

Toda mi vida he tenido una relación amor-odio con mis sueños. Y no me refiero a los sueños de «mamá, quiero ser artista» sino a los que tienes encima de un colchón y debajo de una manta.

Suelo recordar casi todos mis sueños. Cuando era pequeña tenía un sueño semanal, porque coincidía con una serie que daban por televisión en La 2 (en esa época en la que solo había s 2 o 3 canales) sobre vampiros. De la serie solo recuerdo que me gustaba mucho y que era en blanco y negro. Y mis sueños también eran en blanco y negro: estaban ahí todo el casting de la serie y además yo, que era la vampira benjamina que se quería congratular con el patriarca vampiro, que en la serie era estupendo y maravilloso y en mis sueños un hijo de la gran puta que no me aceptaba como vampira y siempre me acababa mordiendo… pero para matarme, claro.

Siempre tenían la misma estructura, como en una serie de televisión: se planteaba al inicio del sueño un problema o una temática, ese problema o temática se desarrollaba y al final, invariablemente, acababa el sueño con el viejo chupándome la sangre. Lo curioso es que, aunque era un sueño, yo ya sabía que al final me iban a matar, así que sueño tras sueño me esforzaba por ganarme al viejo chupasangre, pero no había manera.

Hasta que llegó el último capítulo de la serie. Lo recuero perfectamente, como si lo hubiera soñado esta misma noche. El sueño empezaba en el salón de la familia vampírica, todos con festivos sombreritos de papel y demás parafernalia, porque era mi cumpleaños. Alrededor de la mesa llena de fantas y triangulitos de bimbo con nocilla, estaba toda la familia vampírica feliz y contenta porque al cumplir años me iba a convertir en miembro de pleno derecho de la familia, me saldrían los colmillos y demás. Asustaba, porque ya sabía lo que iba a venir, soplé las velas y cerré los ojos, esperando a que mi eterno enemigo se abalanzara sobre mí, tal como hizo. Pero esta vez, me dio un abrazo y me dijo un: bienvenida.

Y así son mis sueños, y este es el primero (o, mejor dicho, la primera serie de sueños) que recuerdo. Tengo muchos más, y @AnaGazza insiste en que los escriba, así que al final me ha convencido y lo voy a hacer. Espero que no acabéis pensando que estoy como una cabra.